sábado, 2 de novembro de 2013

ALINA Y YO...ENTRE LAS OLAS

Por Chantal Cardoso Herrera (La Habana, Cuba)

Cuentan que hace muchos años existía en el planeta Tierra, un pequeño poblado llamado Luz, el cual poseía un limpio y caudaloso río. Pero lo que muy pocas personas sabían, es que este contaba con una gran historia que pasó de generación en generación y que después, fue esa leyenda la que ayudó a construir un mundo nuevo, un lugar donde el trabajo de todos llevó a la prosperidad del ser humano, al regalo, cada día, de esa semillita de amor, que es nuestro planeta.

Dicen nuestros bisabuelos que todo comenzó, cuando Alina, la sirena más bella y sensible que se desplazaba por las aguas diáfanas y cristalinas de ese río, cantó por primera vez, y entonaba con emoción el siguiente estribillo:
Vamos todos a cantar
Para que en el mundo haya amor
Juntemos nuestras manos
Por un planeta mejor.

Nadando, nadando, nadando
Voy por el agua brillando
Cuidemos este recurso
Por el bien de los seres humanos.

Esta melodía era tan hermosa que las mujeres lloraban, su voz se convertía en rocío que endulzaba el aire, las gaviotas, los pelícanos y todos los animales la creían su diosa, porque ella cantaba por el amor a la naturaleza, a nuestras aguas, ella alzaba su voz siempre pensando en el bienestar de los hombres y mujeres de un mañana. No había momento más mágico y especial que cuando se sentaba en la enorme roca del río y comenzaba a contarnos las maravillas que nos rodeaban, que son las más sencillas, pero las más preciadas a la vez, las que no se pueden ver con los ojos, sino con el corazón. Era tanto el sentimiento que sembraba, que pudo crear un pequeño pueblo tan solo con desearlo, un lugar donde nunca faltara la armonía y la unión.

En el diminuto poblado el fruto del trabajo era repartido en partes iguales. Poseía veinte casitas de tejados rojos y ventanas azules, por las que siempre entraba el canto del gallo por las mañanas. Nunca podían faltar las risas de los niños en el parque y las abuelitas recordando cuando eran jóvenes y hacían travesuras. Las mujeres se dedicaban a tejer, bordar o zurcir abrigos, medias, camisas y otras prendas para los hombres del pueblo, los cuales se dedicaban a extraer de algunas plantas, sustancias medicinales para la pequeña farmacia, o fibras de uso textil. El trabajo de unos dependía de los otros, eran una gran familia. Pero dicen que el lugar más hermoso de ese pedacito de tierra era el elegante río, donde se desplazaba Alina, pues ese lugar, cuando el cielo se teñía de negro, era invadido por una dulce y leve voz, que cultivaba a todos, una radiante rosa de amor y sobre todo, esta canción los mantenía unidos y preparados para seguir conquistando el futuro.

Cuando se ponía el ocaso, el cielo se llenaba de matices, mientras el Sol decía adiós y mientras se iba ocultando detrás del horizonte, los últimos destellos de luz iban desapareciendo, para darle paso a la pálida Luna, que parecía un faro vestido de batas negras moteadas de estrellas. Así eran las tardes en el poblado Luz que ocupaba un poco de mundo. Todo a nuestro alrededor desbordaba de alegría, las metas trazadas se cumplían a pesar de las vicisitudes, porque en la unión está la fuerza.

Un tormentoso día, la suerte y la felicidad se esfumaron, pues corrientes marinas arrastraron a la sirena hacia mar abierto, en el cual se quedó totalmente perdida y aislada de su hogar. Después de tal desgracia pasaron meses incesables de búsqueda, la ansiedad se reflejaba en los rostros de los pobladores y la preocupación se hacía visible cada vez más. Fue inútil, ya todos habían perdido la esperanza y el silencio reinó durante innumerables días.

Pasaron años y años y, el que era un pequeño pueblo fue creciendo y se industrializó, se crearon enormes empresas, a las que se les incorporaron diversas tecnologías, que hacían más rápida y eficiente la productividad. Ya no era un pedazo de mundo, el número de habitantes creció, ya no eran esos niños, ni esos abuelos, ni esas mujeres, todo pasó de generación en generación, pero nadie recordaba el sonoro canto de Alina. Alina desapareció….

Pero con el desarrollo, vinieron también los problemas, pues las grandes industrias derramaban desechos tóxicos al mar, los que contaminaba las blancas aguas, tornándolas oscuras y acabando con los animales marinos que allí habitaban, los cuales servían de alimento al hombre. Se iban destruyendo a ellos mismos, pues el agua es un líquido indispensable para realizar las labores de la casa, vía de comunicación y medio de transporte. La que mantiene hermosos y brillantes los cultivos, una de las riquezas más preciadas que tiene el hombre. Agua es vida, y el desperdicio y contaminación de ésta, es la desgracia del planeta.

Con la acumulación de residuos, vino el cambio climático, que cada día nos quita un poco de mundo, que es el efecto de la negligencia y el descuido. Esto se empezó a notar cuando un día la lluvia, que parecía fuego, nunca antes vista, quemó decenas de árboles de caoba y robles, los suelos quedaron empobrecidos, a lo que llamaron después la desertificación. Nadie sabía porque ocurrían todas estas catástrofes, no tenían conciencia de que ellos eran los principales causantes. Hasta que se les ocurrió pensar que todo esto sucedía porque la bella sirena perdida nunca más apareció llamando a la fuerza y la unión. No iban a perder lo que tanto les costó forjar, así que pensaron en una idea, para que Alina volviera a invadir los corazones con su bello cantar.

Comenzaron a llevar a cabo un programa de descontaminación de las aguas, algunos buzos se lanzaron al mar con cestos de basuras, fabricados con materia prima, para recoger los desperdicios. Los niños junto con los guardabosques, empezaron a sembrar árboles que contenían en sí el deseo de un mañana mejor, donde el trabajo de todos llevó a la prosperidad del ser humano. Se sacrificaron, pero valió la pena, porque no hay cosa más hermosa que ver al Sol brillando sobre un planeta limpio y saludable, y juntos lo logramos. Pero que sorpresa, ¿qué es lo que se ve allí en el horizonte? Es Alina…… que con su precioso aleteo y su canto,  le da vida a la flor más marchita.

-Regresó, dijo un viejo, desde la orilla de la playa cuando las luces de la ciudad se iban apagando, porque sintió latir nuestros corazones.

Me acerqué a la arena y pude oír su divino cantar, mientras me quedaba dormida, con Alina, entre las olas………..





LA VIDA DENTRO DE UNA LAGRIMA

La vida surge de una lágrima y renace de una sonrisa,

Chantal Cardoso Herrera (La Habana, Cuba, Octubre/2013)

Nuestra historia comienza hace siglos, cuando no existía la Tierra y solo había vida en un pequeño pueblo en medio de la nada. Las personas que allí habitaban se respetaban y admiraban mucho y sobre todo valoraban con agradecimiento lo que la naturaleza había puesto en sus manos, tierras para plantar con dedicación y abnegación, hortalizas, viandas, café, todo el suministro necesario para alimentar a los pobladores, lo que dios les había regalado, la oportunidad de vivir.

 Sin embargo siempre existió la magia, la que llena los corazones de matices y sacan las sonrisas ocultas en los rostros tristes, y en este caso se encontraba  una pequeña niña de cabello del color del océano, ojos del resplandor del cielo, sonriente, alegre, disfrutando el suave y delicado aroma de cada rosa, de cada azucena, de cada amapola, que encontrara en el largo rumbo de su armónica vida, parecía un rayo de Sol, que entraba por las persianas y la luz de la Luna que se reflejaba en el lago, esa era Dulce mar.

Dulce mar se paseaba por los campos de maíz y dejaba que el viento le endulzara el rostro, ella le daba luz al bello lugar que cada día florecía. Pero una mañana el cielo se tornó oscuro y un gran tornado arrasó con el poblado, fue acabando con la felicidad, que iluminaba los rincones. La pobre niña de ojos azules intentó resguardarse del fenómeno, pero la suerte no la acompañó y sus cristalinas aguas corrieron por los campos y ella se convirtió en flor, en todas las flores,  que más tarde reinaron la Tierra.

Pasaron los años y nadie recordaba a Dulce mar que se encontraba en cada flor que volaba por los aires, pero ya no podía proteger con el amor interior que reinaba en su joven corazón, al mundo y todo se debía a que el llanto no le permitía ayudar, la obra más hermosa. La causa del sollozo de la joven era porque en  el planeta empezaron a abundar las sequías, debido al cambio climático, por la acumulación de desechos tóxicos, que producen gases como el dióxido de carbono, que trae como consecuencia el efecto invernadero y el calentamiento global.

 Los hombres comenzaron a talar los árboles indiscriminadamente, dañando el medio ambiente, que hacía llorar sin consuelo, a la lastimada flor de pétalos perfumados por el viento. Tanta negligencia existió que arrojaban a los verdes bosques, desechos tóxicos, a esos árboles,  que son tan importantes, pues nos brindan oxígeno indispensable para vivir, sirven de refugio, de protección y alimento a muchísimos animales, y sus raíces se entierran y ayudan a evitar la erosión,

 El agua comenzó a escasear y debíamos ahorrar el agua que teníamos. La situación se hacía más compleja, así que necesitábamos tomar una decisión inmediata, la naturaleza nos llamaba, Dulce mar se marchitaba. Comenzaron a tomar medidas que fueran una forma de aprovechar racionalmente los recursos, un ejemplo fue la instalación del riego por aspersión, que garantiza un mejor uso del agua, se ahorra en un 70 por ciento menos que si se utilizara el riego por aniego. También influye en la disminución de los volúmenes de agua que antes recibía el manto freático, que presenta grandes cantidades de sales. Así contribuimos a forjar un mundo mejor, donde Dulce mar viva en una flor.

Cuentan los que lo vieron que después todo cambió, los bosque se llenaron de frondosos árboles, por los que siempre entraba un rayito de sol, las sequías cesaron y Dulce mar salió de las flores y se convirtió en niña que salta y juega por el mundo. Todavía falta mucho por hacer, pero de algo estamos seguros la vida renació de una sonrisa, la sonrisa de Dulce mar.


JANELA ABERTA

Por Pedro Du Bois (Itapema, SC)

A janela aberta
permite o frio
e o inseto: o calor
                  e o inseto

                    o dia
                     e o inseto
          
a noite
na estrela
derradeira

              a janela aberta
              traz o som da rua
            
                      o silêncio
                      e a diferença da rua
                      concretada em prédio:

                            a janela
                            se repele

                            em paisagem.

FACA

Por Pedro Du Bois (Itapema, SC)

Na amurada
a faca
espera
a mão.

O corpo
estende o sentido
ao espaço

            e a faca
            queda
            imóvel

            sobre o piso.

SERES

Por Pedro Du Bois (Itapema, SC)

Com o irmão troca palavras
senhas e sinais
criptografados em tempos idos

o irmão surpreendido
o irmão surpreso: o surto psicótico
                             no reconhecimento

o irmão vem de longe em visita
trazendo o passado entrevisto.

         Na mala repousa o cisco
         no olho do dia da partida.

Quebra o segredo

e deságua em abraços.

D. DUARTE E A BÍBLIA

Por Humberto Pinho da Silva (Vila Nova de Gaia, Portugal)

Não há, no mundo Ocidental, família que não possua, pelo menos, um exemplar da Bíblia, mesmo as que se declaram agnósticas.
A divulgação do Livro, mormente o Novo Testamento, foi de tal forma feita, que praticamente não existe quem não conheça passagens do Evangelho.
Bem sei, que a maioria das Bíblias, encontram-se guardadas nas estantes, já que a leitura Desta, ainda é rara entre católicos, apesar das recomendações constantes da Igreja, para que seja diária.
Mas, na Idade Média, não foi assim. A Bíblia era para uso exclusivo de mosteiros e palácios. Os crentes tinham conhecimento Dela, pelos sermões e homilias.
A descoberta da imprensa, facilitou a difusão.
Mesmo assim, parte da literatura medieval sofreu influência do Livro.
Na “ Arte de Bem Cavalgar Toda a Sela”, D. Duarte cita passagens do Evangelho, assim como no “Leal Conselheiro”.
Não admira, já que o rei possuía, na biblioteca, excertos do “Evangelho “, e seu pai, El-Rei D. João, chegou a traduzir “ Salmos” para a linguagem de então.
D. Duarte era, para a época, rei de elevada cultura. Fundou a primeira biblioteca real, no paço, e escreveu várias e curiosos livros. No seu reinado foi nomeado Cronista -Mor, Fernão Lopes.
Sabe-se que nessa livraria havia vários livros da Bíblia, entre eles:” Actos Apóstolos “, o “Livro dos Salmos” e “ Géneses”, todos em latim.
Há dúvidas se existia, no paço, exemplar da Bíblia completa; é de crer que não, mas que D. Duarte conhecia excertos, não há duvida, pois chega a citá-los no “ O Leal Conselheiro”.
Recomendava D. Duarte que não se devia ler muito de uma acentada, para se poder compreender e meditar melhor, e não enfartar a mente.
Recomendava a leitura do Evangelho, e esclarecia que há passagens obscuras, que nem os entendidos podem explicar, sem receio de errarem; mas, diz o rei, que se não percebermos, um versículo, passemos a outro.
Assevera D. Duarte que sempre aprendemos com a leitura do Evangelho, e se O conhecermos bem, podemos esclarecer os que não podem ou não tiveram oportunidade de O lerem.
Devido à Bíblia, a língua portuguesa está impregnada de hebraísmos e expressões desse povo.
Na opinião do rei, a leitura do Evangelho não é perda de tempo, muito pelo contrário.
Infelizmente, apesar de estarmos a séculos da Idade Média, ainda há muitos crentes que adquirem a Bíblia para engalanarem a estante.
Certa ocasião fui visitar senhora de elevada cultura. Sabendo que era católico, quis deslumbrar-me, mostrando uma Bíblia ilustrada de Doré, ricamente encadernada a couro e de vistosas folhas doiradas.
Ao entregar-ma, declarou eufórica: - “ Agora meu marido já tem uma Bíblia à sua Altura!”
Essa mulher apreciava os livros, como muitos avaliam os homens: pelas vestes e aspecto exterior.
Pensava a boa senhora, que o marido ficava mais ilustre por possuir luxuosa Bíblia.

Esses livros, de elevado custo, em regra, não são para serem lidos, apenas servem para deslumbrar as visitas.

BOM GOSTO É SINÔNIMO DE RIQUEZA?

Por Humberto Pinho da Silva (Vila Nova de Gaia, Portugal)

Quando meus avós paternos faleceram, meu pai tinha oito anos. Foi nomeado Conselho de Família, e coube à avó materna a missão de tutora.
Como órfão indefeso, parte do modesto património, foi lapidado, não pela tutora, que era uma santa mulher, mas por alguns membros do Conselho de Família, que aproveitaram sua ingenuidade.
Mas isso, são, como se usa dizer, águas passadas.
Do pequeno património que meu pai recebeu, havia velha casa de alforge, do século XlX, de ar sisudo e solene, cujas largas e grossas tábuas do soalho, encontravam-se luradas de caruncho, e com fundos sulcos de esfregas, a carqueja e piaçaba.
Após o casamento, estabelecida a vida, meu pai iniciou o embelezamento do velhíssimo prédio.
O dinheiro era escasso; não permitia obras profundas.
Os gastos soalhos, foram cobertos a viochene, e receberam generosa camada de cera. Nas partes degradadas, pequenos tapetes taparam as mazelas.
As paredes de estuque, enegrecido pelo fumo de candeeiros a petróleo, foram forradas a papel. As salas nobres, a tons escuros; os quartos, a cores alegres.
As grosseiras portas de castanho, levaram esmalte branco, que tapou indesejadas imperfeições; e as inestéticas almofadas, das mesmas, substituídas por vidraças, alegradas a papel vitral.
Os velhos móveis foram cuidadosamente encerados e colocados harmoniosamente. As paredes guarnecidas de aguarelas e óleos, quase todos da sua autoria, já que cursara Belas-Artes. Completava a decoração, pratos de faiança e estatuetas oferecidas por artistas, que meu pai, como jornalista, ajudou a divulgar-lhes a obra.
Terminado o modesto arranjo, passou de simples trabalhador a abastado proprietário.
Os que o visitavam, gabavam-lhe a bela casa e saiam convencidíssimos que recebera herança ou lhe saíra a lotaria.
Até familiares, que conheciam seus proventos, estranhavam tanto “luxo”, e murmuravam, ente si, que estava rico, para ter casa assim.
Engraçado, se tem graça, é que empresários de sucesso e gestores abastados, comparando suas moradias, despidas de carpetes, de paredes nuas e móveis maltratados, invejavam-lhe o gosto; interrogando-se de onde provinha tais rendimentos.
Daqui se conclui, que ter bom gosto e lar cuidado, para muitos, é sinónimo de abundância e dinheiro.
Esse conceito, tão entranhado está, mormente em quem nunca viveu em ambientes de bom gosto, que torna-se difícil mudarem de opinião.

Para eles, casa cuidada é sinónimo de riqueza.

REFLEXÕES PARA O DIA DE FIEIS DEFUNTOS

Por Humberto Pinho da Silva (Vila Nova de Gaia, Portugal)

Despreocupadamente, vagueio ao longo de estreito carreirito de terra pardacenta, entalado entre campas rasas, no cemitério local.
Diante de mim, ladeando o caminho, há jazigos, de mármores brancos, bem cuidados, alegrados de frescas flores, que adoçam enjoativamente o leve ar doirado da manhã; e outros, desventrados, enegrecidos, de densa poeira, de pedras e cruzes quebradas.
Em todos ou quase todos, tristes palavras de saudade eterna.
Agora reparo numa singela capelinha, toda branca, toda resplandecente, faiscando à macia luminosidade da manhã coberta de sol. Nela, lê-se, inscrito a negro a palavra - “Ninguém”…
Ninguém?! Sim, ninguém! Para quê mencionar nomes!? Já não existem!; e muitos morreram, também, no coração de amigos e familiares.
Com eles, pareceram, igualmente: os da sua geração, os objetos que usaram, e, quantas vezes, a casa onde nasceram e viveram.
Tudo desapareceu. Tudo mergulhou no pó do esquecimento. Existiram, mas é como nunca existissem.
Piso a terra sagrada, respeitosamente; há nela gerações desaparecidas, metamorfoseadas, transmudadas em seiva, que corre nas verdes folhas dos velhos ciprestes do cemitério.
Sob a terra que calco, apodrece quem: riu, sonhou, sofreu e chorou. Os que receberam acotoveladas e ingratidões. Os que amaram e odiaram com ardor. Todos irmanados, todos reduzidos a pó. Como se nunca tivessem nascido e vivido.
Pensativo, melancólico, taciturno, meditando na vida e na morte, nas vaidades e orgulhos, na cobiça e na inveja, regresso tristemente a casa.
Por desfastio, folheio volume encadernado a percalina preta, com filetes a prata, do ano de 1913, da “Ilustração Portuguesa”.
Diante de meus olhos míopes, passam, a preto e branco, imagens de: artistas, jornalistas, escritores, empresários, professores, políticos de sucesso. Figuras iminentes, incontornáveis, inesquecíveis; mas, para mim, homem do século vinte e um, ilustres desconhecidos, que as enciclopédias esqueceram-se de registar.
Compara-se a morte a uma porta; à passagem de um rio; ao sono reparador; à feia lagarta, que se torna na bela borboleta. Para mim, a morte, é o segundo nascimento:
Sai a criança das trevas para a luz; morre o homem da ignorância para a Verdade. E sempre, nos nascimentos, há: choro e dor.
Brevemente os crentes, irão visitar seus mortos. Bonita e significativa tradição.
Costume, pelo facto de o ser, perdeu significado. Felizmente, a maioria, ainda conserva respeito, lembrando-se, que em breve - anos ou décadas, - serão pó, serão nada: sejam sábios ou iletrados, ricos ou pobres.

Tudo passa. Tudo desaparece. Tudo se extingue. Tudo se torna terra e poeira; em poalha; em polvilho de nada.