Cuentan que hace muchos años existía en el
planeta Tierra, un pequeño poblado llamado Luz, el cual poseía un limpio y
caudaloso río. Pero lo que muy pocas personas sabían, es que este contaba con
una gran historia que pasó de generación en generación y que después, fue esa
leyenda la que ayudó a construir un mundo nuevo, un lugar donde el trabajo de
todos llevó a la prosperidad del ser humano, al regalo, cada día, de esa
semillita de amor, que es nuestro planeta.
Dicen nuestros bisabuelos que todo comenzó, cuando
Alina, la sirena más bella y sensible que se desplazaba por las aguas diáfanas
y cristalinas de ese río, cantó por primera vez, y entonaba con emoción el
siguiente estribillo:
Vamos todos a cantar
Para que en el mundo
haya amor
Juntemos nuestras
manos
Por un planeta mejor.
Nadando, nadando,
nadando
Voy por el agua
brillando
Cuidemos este recurso
Por el bien de los
seres humanos.
Esta melodía era tan hermosa que las mujeres
lloraban, su voz se convertía en rocío que endulzaba el aire, las gaviotas, los
pelícanos y todos los animales la creían su diosa, porque ella cantaba por el
amor a la naturaleza, a nuestras aguas, ella alzaba su voz siempre pensando en
el bienestar de los hombres y mujeres de un mañana. No había momento más mágico
y especial que cuando se sentaba en la enorme roca del río y comenzaba a
contarnos las maravillas que nos rodeaban, que son las más sencillas, pero las
más preciadas a la vez, las que no se pueden ver con los ojos, sino con el
corazón. Era tanto el sentimiento que sembraba, que pudo crear un pequeño
pueblo tan solo con desearlo, un lugar donde nunca faltara la armonía y la
unión.
En el diminuto poblado el fruto del trabajo era
repartido en partes iguales. Poseía veinte casitas de tejados rojos y ventanas
azules, por las que siempre entraba el canto del gallo por las mañanas. Nunca
podían faltar las risas de los niños en el parque y las abuelitas recordando
cuando eran jóvenes y hacían travesuras. Las mujeres se dedicaban a tejer,
bordar o zurcir abrigos, medias, camisas y otras prendas para los hombres del
pueblo, los cuales se dedicaban a extraer de algunas plantas, sustancias
medicinales para la pequeña farmacia, o fibras de uso textil. El trabajo de
unos dependía de los otros, eran una gran familia. Pero dicen que el lugar más
hermoso de ese pedacito de tierra era el elegante río, donde se desplazaba
Alina, pues ese lugar, cuando el cielo se teñía de negro, era invadido por una
dulce y leve voz, que cultivaba a todos, una radiante rosa de amor y sobre todo,
esta canción los mantenía unidos y preparados para seguir conquistando el
futuro.
Cuando se ponía el ocaso, el cielo se llenaba
de matices, mientras el Sol decía adiós y mientras se iba ocultando detrás del
horizonte, los últimos destellos de luz iban desapareciendo, para darle paso a
la pálida Luna, que parecía un faro vestido de batas negras moteadas de
estrellas. Así eran las tardes en el poblado Luz que ocupaba un poco de mundo.
Todo a nuestro alrededor desbordaba de alegría, las metas trazadas se cumplían
a pesar de las vicisitudes, porque en la unión está la fuerza.
Un tormentoso día, la suerte y la felicidad se
esfumaron, pues corrientes marinas arrastraron a la sirena hacia mar abierto,
en el cual se quedó totalmente perdida y aislada de su hogar. Después de tal
desgracia pasaron meses incesables de búsqueda, la ansiedad se reflejaba en los
rostros de los pobladores y la preocupación se hacía visible cada vez más. Fue
inútil, ya todos habían perdido la esperanza y el silencio reinó durante
innumerables días.
Pasaron años y años y, el que era un pequeño
pueblo fue creciendo y se industrializó, se crearon enormes empresas, a las que
se les incorporaron diversas tecnologías, que hacían más rápida y eficiente la
productividad. Ya no era un pedazo de mundo, el número de habitantes creció, ya
no eran esos niños, ni esos abuelos, ni esas mujeres, todo pasó de generación
en generación, pero nadie recordaba el sonoro canto de Alina. Alina desapareció….
Pero con el desarrollo, vinieron también los
problemas, pues las grandes industrias derramaban desechos tóxicos al mar, los
que contaminaba las blancas aguas, tornándolas oscuras y acabando con los animales
marinos que allí habitaban, los cuales servían de alimento al hombre. Se iban
destruyendo a ellos mismos, pues el agua es un líquido indispensable para
realizar las labores de la casa, vía de comunicación y medio de transporte. La
que mantiene hermosos y brillantes los cultivos, una de las riquezas más
preciadas que tiene el hombre. Agua es vida, y el desperdicio y contaminación
de ésta, es la desgracia del planeta.
Con la acumulación de residuos, vino el cambio
climático, que cada día nos quita un poco de mundo, que es el efecto de la
negligencia y el descuido. Esto se empezó a notar cuando un día la lluvia, que
parecía fuego, nunca antes vista, quemó decenas de árboles de caoba y robles,
los suelos quedaron empobrecidos, a lo que llamaron después la desertificación.
Nadie sabía porque ocurrían todas estas catástrofes, no tenían conciencia de
que ellos eran los principales causantes. Hasta que se les ocurrió pensar que todo
esto sucedía porque la bella sirena perdida nunca más apareció llamando a la fuerza
y la unión. No iban a perder lo que tanto les costó forjar, así que pensaron en
una idea, para que Alina volviera a invadir los corazones con su bello cantar.
Comenzaron a llevar a cabo un programa de
descontaminación de las aguas, algunos buzos se lanzaron al mar con cestos de
basuras, fabricados con materia prima, para recoger los desperdicios. Los niños
junto con los guardabosques, empezaron a sembrar árboles que contenían en sí el
deseo de un mañana mejor, donde el trabajo de todos llevó a la prosperidad del
ser humano. Se sacrificaron, pero valió la pena, porque no hay cosa más hermosa
que ver al Sol brillando sobre un planeta limpio y saludable, y juntos lo logramos.
Pero que sorpresa, ¿qué es lo que se ve allí en el horizonte? Es Alina…… que con su precioso aleteo y
su canto, le da vida a la flor más
marchita.
-Regresó, dijo un viejo, desde la orilla de la
playa cuando las luces de la ciudad se iban apagando, porque sintió latir
nuestros corazones.
Me acerqué a la arena y pude oír su divino cantar,
mientras me quedaba dormida, con Alina,
entre las olas………..