La vida surge de una lágrima y renace de una
sonrisa,
Chantal
Cardoso Herrera (La Habana, Cuba, Octubre/2013)
Nuestra historia comienza hace siglos, cuando
no existía la Tierra
y solo había vida en un pequeño pueblo en medio de la nada. Las personas que
allí habitaban se respetaban y admiraban mucho y sobre todo valoraban con
agradecimiento lo que la naturaleza había puesto en sus manos, tierras para
plantar con dedicación y abnegación, hortalizas, viandas, café, todo el
suministro necesario para alimentar a los pobladores, lo que dios les había
regalado, la oportunidad de vivir.
Sin
embargo siempre existió la magia, la que llena los corazones de matices y sacan
las sonrisas ocultas en los rostros tristes, y en este caso se encontraba una pequeña niña de cabello del color del
océano, ojos del resplandor del cielo, sonriente, alegre, disfrutando el suave
y delicado aroma de cada rosa, de cada azucena, de cada amapola, que encontrara
en el largo rumbo de su armónica vida, parecía un rayo de Sol, que entraba por
las persianas y la luz de la Luna
que se reflejaba en el lago, esa era Dulce mar.
Dulce mar se paseaba por los campos de maíz y
dejaba que el viento le endulzara el rostro, ella le daba luz al bello lugar que
cada día florecía. Pero una mañana el cielo se tornó oscuro y un gran tornado
arrasó con el poblado, fue acabando con la felicidad, que iluminaba los
rincones. La pobre niña de ojos azules intentó resguardarse del fenómeno, pero
la suerte no la acompañó y sus cristalinas aguas corrieron por los campos y
ella se convirtió en flor, en todas las flores, que más tarde reinaron la Tierra.
Pasaron los años y nadie recordaba a Dulce mar
que se encontraba en cada flor que volaba por los aires, pero ya no podía
proteger con el amor interior que reinaba en su joven corazón, al mundo y todo
se debía a que el llanto no le permitía ayudar, la obra más hermosa. La causa
del sollozo de la joven era porque en el
planeta empezaron a abundar las sequías, debido al cambio climático, por la
acumulación de desechos tóxicos, que producen gases como el dióxido de carbono,
que trae como consecuencia el efecto invernadero y el calentamiento global.
Los
hombres comenzaron a talar los árboles indiscriminadamente, dañando el medio
ambiente, que hacía llorar sin consuelo, a la lastimada flor de pétalos
perfumados por el viento. Tanta negligencia existió que arrojaban a los verdes
bosques, desechos tóxicos, a esos árboles, que son tan importantes, pues nos brindan
oxígeno indispensable para vivir, sirven de refugio, de protección y alimento a
muchísimos animales, y sus raíces se entierran y ayudan a evitar la erosión,
El agua
comenzó a escasear y debíamos ahorrar el agua que teníamos. La situación se
hacía más compleja, así que necesitábamos tomar una decisión inmediata, la
naturaleza nos llamaba, Dulce mar se marchitaba. Comenzaron a tomar medidas que
fueran una forma de aprovechar racionalmente los recursos, un ejemplo fue la
instalación del riego por aspersión, que garantiza un mejor uso del agua, se
ahorra en un 70 por ciento menos que si se utilizara el riego por aniego.
También influye en la disminución de los volúmenes de agua que antes recibía el
manto freático, que presenta grandes cantidades de sales. Así contribuimos a
forjar un mundo mejor, donde Dulce mar viva en una flor.
Cuentan los que lo vieron que después todo
cambió, los bosque se llenaron de frondosos árboles, por los que siempre
entraba un rayito de sol, las sequías cesaron y Dulce mar salió de las flores y
se convirtió en niña que salta y juega por el mundo. Todavía falta mucho por
hacer, pero de algo estamos seguros la vida renació de una sonrisa, la sonrisa
de Dulce mar.
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