Por
Chantal Cardoso Herrera (La Habana, Cuba)
Todos dicen que
lo último que existe, es cuando el mar se une con el cielo. Pero nadie sabe que
más allá, tras nubes esponjosas, viento fuerte y magia, existe una isla más
pequeña que el dedo meñique.
Esta isla que se
creó en el hielo, con las últimas maravillas que quedaban en el mundo, pero está
habitada por personitas que no son tan maravillosas.
Ahora, te invitó lector, a que conozcas
lo que sucedió un día, en ese pedazo de cielo.
Todos allí,
tienen un gran corazón, son personas que perdonan, comprenden, y sobre todo,
aman. Pero tienen un defecto, no saben que significa ahorrar, pues encienden
cada luz a toda hora del día, creyendo, que así, son más especiales.
En la isla se
encuentra un resplandeciente árbol de Navidad, que es el encargado de que en
cada rincón exista armonía y felicidad, es el que hace, que en cada persona
brillen sentimientos nobles y hermosos.
La situación
empeoraba cada vez más, y la negligencia de los habitantes, empezaba a
marchitar el árbol, que le daba vida al bello lugar.
Un día, amaneció
con una gran masa de calor que cubría la isla, y empezaba a sembrar el caos por
doquier.
El poblado no
estaba acostumbrado al excesivo calor y el mágico árbol comenzó a desprender
sus hojas, comenzó a llorar lágrimas negras que acababan con la felicidad de
los rincones. Después todo quedó en el más puro silencio.
Ese día habían
comprendido la importancia de ahorrar electricidad, pues el gasto incesable de
ésta, trajo como consecuencia el cambio climático, que es otro problema que
debemos combatir todos.
Después,
cogieron en sus suaves manos, unas semillas de amor y las sembraron…..para que
creciera un gran árbol, que brillara, con la promesa de ahorrar, por un mundo
mejor.
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