Por Yolanda
Cañizares Martínez
Desde la puerta de su pobre choza, pegada al mar, el
pescador de perlas Mutsu vio acercarse a la caballería del Shogún, con él al
frente. Después de bajarse el Shogún le preguntó:
— ¿Sabes quién soy?
— Sí, el señor Shogún— contestó el pescador con
aspereza.
— He oído que sacaste del mar una gran perla— dijo
el Shogún.
— Sí, así ha sido— dijo Mutsu.
— Quiero verla, te ordeno que me la muestres.
El pescador buscó en una bolsa y extrajo una perla
enorme, brillante y anacarada, cuyos destellos iluminaban su mano.
— ¡Nunca he visto nada así! La quiero para mí.
— No señor, es mía, yo la encontré— dijo con firmeza
el pescador.
— Pero tú sabes que yo soy el Shogún, tan poderoso
como el emperador de todo el Japón y esto me da potestad hasta sobre tu propia
vida. Entrégamela o mis hombres harán fuerza sobre ti y yo obtendré esa perla.
— Sí, señor, lo sé, pero yo tengo un poder que usted
no tiene.
— ¿Cómo te atreves a decir eso? — preguntó el
Shogún.
— Porque yo tengo el poder que usted no tiene de
hacer esto.
Y el pescador lanzó la perla con todas sus fuerzas
al mar.
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