sábado, 1 de junho de 2024

POEMAS DEL AGUA

Por Victor Hugo Valledor (Berisso, Província de Buenos Aires, Argentina)

Una hoja se descarna

Velocidad entreabierta en cosmopolita infusión.
Los primarios y secundarios mensajes abordaron la ilegalidad de la palabra.
Lomos de cavernarios iletrados caminan sobre esqueletos de estalactitas.
Una hoja se descarna entre remolinos de pinzas foliadas en tomos con
carátulas de teatros somatizados.
Tan solo un esqueleto representa las edades del tiempo.
La hoja corrió veloz hacia la catarata y allí espero a los diez colores de su
historia.
La gran señora de nuestro destino no vio el rostro y solo se ocupó de las
grandes festividades nocturnas.

El brazo del agua

Odaliscas con caderas a borbotones
ojos de playa que abordan líneas perfectas sobre labios de plumas.
Llagas de piel interlineada con gratitudes.
Triángulos de azúcar que destilan misterios para crecer entre las hendiduras
de la piedra inestable.
El brazo del agua alcanza a quienes saben dejarse atrapar por los rayos de
la humedad.
Tiende su cuerpo y sobre el copulan los cántaros aromatizados por el sudor.


La noche en que Dios conoció el agua

Llegó como todo peregrino con la frente embebida en sudor.
Dios gesticuló ante la cordura del mar. Gesto de hombre admirando la
condición eléctrica del agua.
Cada ola en su remanso natural le besa los pies y Dios los retrae.
El mar no conoce dioses que no sean de agua.
El mar ha besado a la roca inestable y al pez sin párpados
al coral y su estremecimiento femenino
al fuego del sismo
a los interludios de los naufragios.
El mar nunca besó a un Dios humano.
El mar está despierto pues su sueño es la vigilia.
Dios gesticuló, pretendió hablar y un enredo de idiomas lo confundió.
El mar volvió a rozarle los pies y Dios los retrajo.
Perdimos el mar y su vientre azul y una gota de sol.


La jornada de agua convulsiva

Según la crónica de mi memoria he sido engendrado en el mes de junio.
Ese día comenzó mi travesía. Navegue por los mares inconclusos y las
corrientes me fundaron en meses labriegos, en miles de coordenadas se
eligió mi lugar y me deposité voluntario sobre un lecho de bordados y de
monogramas centenarios.
Luego me llegó una madre. Un ancestro. Un padre. Una genealogía de
tejidos en donde se hilvanaban los metódicos fundamentos de la noche, en
nueve espacios y un pentagrama de lentejuelas.
He nacido bajo el compendio de la utopía y allí me lancé poseído de un
astro y una búsqueda infinita de la pasión.
Agua convulsiva de mi conversión a la vida.
El mes de julio anocheció más día que nunca. En el escándalo del apuro mi
rostro fue esculpido por una hechicera de la luna.
Hoy que logré descubrirla la halló en la misma tierra de donde partieron
las maderas musicales de mi alma.


Poemas del agua

La letra se esfuma en el contacto del abismo.
La palabra lleva una garganta dentro de su sonido.
El emisor causal de los poemas es de agua.
Concomitancias de una imprevista ferocidad.
La gota lenta y perfecta se destrona de su corona de iris universal y parte
hacia un poeta.
La pluma vibra sumergida en la brisa.
El poema de agua es abrevado por un sediento de los mundos perdidos y
parte hacia el olvidado anaquel de una sonrisa.
Un poema de agua.

El agua que lee las miradas

La poesía y el amor son paralelas fluctuantes.
Demasiadas palabras malogran la irrupción de lo mágico.
Nada explica una y otro, otro y una, son paralelas que fluctúan desde el
mar a la brisa. El beso explicado pierde el poder de su silencio. La poesía
no cuenta historias ni las debate, es el todo en sí misma.
El amor irrumpe, lleva consigo las prendas del imán, lo consagratorio de
las aves y el silencio de los peces.
La poesía irrumpe con su poder brumoso que se despeja con el sol de
nuestros rostros, nuestra boca es un péndulo que equilibra las mareas.
El amor y la poesía son dueños absolutos del silencio.

La voz de un guijarro

Rodar es labor de las vértebras en la piedra.
Avanzar por entre paredes de agua
colmarse de oxígeno
las branquias proveen de luz al pulmón del guijarro.
Recorre plasmando impresiones digitales en cada rincón de su morada.
Si la fortuna lo acompaña cantará debajo de la espera de las golondrinas.

Guardianes del amanecer

Usos horarios. El planeta se observa girar.
Hombres.
Especie de células enamoradas.
Líneas espaciadas en el corretear de la palabra.
El mar amanece en su propia luz.
Nos proyecta hacia sus aguas, nos cautiva detrás de sus arenas.
El guardia del amanecer alado custodia el fervor náutico de nuestro
fermento apropiado a la sinfonía de los aromas.


Esculpir el agua

Cincel y argamasa en los dedos acuosos.
Formas diversas caminan del ojo hacia el agua.
Sesiones prolongadas de trabajo sobre el pedestal de la ola.
Llantos de redes en el funeral de los corsarios.
El agua se funde en luto.
El escultor del mar sigue su trabajo.
Ajeno a las llamas y al espectro final de su estadía.
La forma emerge de su cuerpo y se deposita sobre el lecho combativo.
Observa desde lejos las brumas del continente a la espera de un sol que
se proyecta por los ojos tibios de una figura elástica.
Los vencedores acometen en batallas su débil contextura pétrea


Aguas históricas

Leyendas púrpuras por el juego.
Correrías dispersas en el columpio.
Llanuras fibrosas estallan en columnas de madera.
Pantanos enriquecidos por bocas sinuosas.
La historia del agua se escribe sobre el oxígeno contraído.
Está firmemente adherida a la razón de sus creadores.
Las obras del agua no se registran en museos ni en tomos de hectolitros
malgastados.

Mujer con cintura de agua

Lejanías arrebatadas a la distancia.
Voz que dice su voz con pausa.
La mujer con cintura de agua me habla en silencio cada noche.
Mi voz le responde en silencio.
Somos silenciosos amantes del torbellino.
La mujer con cintura sin distancias me aferra a su vientre y allí oigo
cantar a los caminantes de la luna. Hechiceros devastados por la furia
del temporal.

Santidades sumergidas

Altares inconcebibles nos llaman a pernoctar bajo su manto.
Las cruces emergen invertidas caminando con sus dos brazos.
Un instrumento musical deshace sus tubos metálicos con sonidos de
garganta estrepitosa.
Un piso entreabierto en su capacidad de sostén, flamea,
es una bandera de granito que incendió el grito.
Portal de los ángeles fríos,
noveladas teorías que estuvieron en boca de fieles mirando al cielo.
La catedral se ha hundido en un mar de tinta ilegible.

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