Por Yolanda Cañizares
Martínez (Havana, Cuba)
La nave surcaba
silenciosamente el infinito. Dentro, los cosmonautas sentían una mezcla de
alegría y nostalgia. Ahora volvían a sus hogares en la Tierra. Estaban
orgullosos de lo que habían realizado en el espacio sideral.
La misión ya terminada,
cuya encomienda la había realizado el Programa de Investigación de Objetos
Cercanos a la Tierra (PIOCT), había llegado varios años antes a la estación
espacial mediante un mensaje satelital que decía así: Se ha detectado por una
macrocomputadora cuántica que el asteroide 2060 Chiron, de 180 Km de diámetro,
cuya órbita original no amenazaba a la Tierra, producto de un impacto cósmico,
ahora se acerca a nuestra órbita planetaria. La nave espacial Zeus EN-12 debe
dirigirse hacia el cuadrante CK205 de nuestra galaxia para impedir la colisión
de Chiron con el planeta. El regreso de Zeus a la Tierra estará condicionado
por la finalización de la misión.
Comprendieron todos
enseguida la importancia de la tarea a realizar y lo alejado que sería el
regreso a sus hogares, pero como siempre, estaban dispuestos a cumplir con el
deber y de inmediato le dieron comienzo, la trascendencia de la misma los
impelía a hacerlo.
Ahora ya desviado el
asteroide, regresaban. La añoranza de la familia los invadía a todos. Sabían
que vivirían momentos de gran alegría junto a los suyos y de orgullo por lo que
habían realizado.
Luego de romper las
barreras dimensionales, la nave apareció en los límites del Sistema Solar y
todos, dentro de ella, quedaron anonadados, porque una onda satelital cortaba
el silencio cósmico con un video-mensaje de la Agencia Interespacial que así
decía: Comunicamos a todos los habitantes de nuestro Sistema Solar que acaba de
desaparecer, por su prolongada y progresiva autodestrucción, el planeta Tierra-
año 3190 Calendario Terrestre.
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